Crónica de un Martes de Carnaval

Home / Baúl Polisémico / Crónica de un Martes de Carnaval

Crónica de un Martes de Carnaval

Crónica de un Martes de Carnaval

Por: Jey Donado

Último día de carnaval. Me levanto de la cama después de todo lo vivido la noche anterior. Salgo de mi habitación. Lavo mi cara para terminar de despertar. Desayuno con una suculenta arepa e’ huevo y un vaso con jugo de naranja. Salgo a la puerta y el “mono” inclemente me abrasa. Hay niños corriendo de un lado a otro por la “batalla” de bolsitas con agua que se libra en el momento. En ese instante, recuerdo cuando yo también las libraba hasta que la vieja Julia, mi abuela, salía a la puerta y con un grito que se escuchaba en todo el barrio me decía: “¡oye, pelao’ e’ mierda, ya está bueno ya. Entra”.

 

Disfraz de Congo en el barrio Carrizal

Mis recuerdos son interrumpidos por unos gritos. En la esquina, “viudas alegres” lloran la “muerte” de Jose junto a un ataúd improvisado con cajas de cartón; algunas de ellas quejumbrosas porque las dejó preña’ (embarazadas). Otras gritan en coro: “Ay, Jose, ¿por qué te moriste y me dejaste sola? ¡Ay, Jose, no me dejas na´”! Al mismo tiempo, otras discuten al darse cuenta que ninguna era la única “mujer” en la vida del parrandero Joselito Carnaval.

05:30 P. M. y el “mono” ya le ha bajado a su intensidad. Me dispongo a pegarme un baño de policía para luego ponerme una bermuda, la camisa más vieja que tengo en el closet y una gorra negra, que ya es blanca por la cantidad de maicena que le ha caído. Salgo de mi casa a pie y llego a la calle 50C, en el popular barrio Carrizal, lugar donde se despide a Joselito, ¡como él se lo merece!; con un bazar llamado el “Mondaco”, el cual consiste en calcinar una marimonda rellena de aserrín a la media noche, como símbolo del fin del carnaval. En el lugar se ve de todo:  desfile de marimondas, negritas puloy, personas compartiendo con una sonrisa en su rostro, gozándose lo que nos pertenece por herencia… Un anciano cautiva mi atención, ya que se acerca con una gran sonrisa en su rostro y, con orgullo, lleva su disfraz de garabato mientras que las personas le piden una fotografía para el recuerdo o para publicarla en alguna red social.

El ambiente carnavalero del lugar es mágico: vecinos del barrio con la infaltable venta de chuzos y cervezas, niños corriendo, parejas bailan la canción que se ha escucha diez mil quinientas veces, porque se puso de moda y fue escogida como la canción del Carnaval de ese año. De la nada, el Pick Up, que sonaba en el momento, apaga sus exuberantes bafles y se escucha en el fondo la palma de la mano de algún cumbiambero, que, al chocar con el cuero que reposa en el tambor, avisa que se aproxima un grupo de millo. El cuerpo de los asistentes empieza a dar respuesta a la música y es ahí cuando empieza el fino coqueteo entre hombres y mujeres. A lo lejos se escucha el coro: ¡Ay, que güepa, güepa, güepajé!, haciendo que la piel se me erice.

 

“Mondaco”- Marimonda rellena de aserrín que queman en el bazar de Carrizal todos los martes de Carnaval.

Cae la noche. Ya se pueden observar algunos borrachos con la cara llena de maicena. La calle se ha llenado de más caras conocidas, y, también, de caras extrañas. Se ve trago por todos los ángulos, desde Wisky de la más alta calidad hasta el popular cococho. Niños persiguiendo a otros para gastarse la espuma que, seguramente, sus padres les compraron para que los dejaran beber tranquilos. Algunas personas lucen gafas oscuras como aliadas para ocultar ya sea el trasnocho o los ojos rojos por algún cachito de “cilantro salvaje” que se fumaron. También se ven hombres vestidos de mujer que buscan recoger los últimos centavos o, simplemente, emborracharse con el trago de otro. Claro que nunca faltan los curiosos en moto, que intentan atravesar hacia el otro extremo de la calle por medio de la multitud mientras que el DJ solicita que la calle sea despejada para que la policía no llegue a apagar la fiesta antes de tiempo, pero es ignorado por los asistentes.

Suenan canciones icónicas del carnaval. No puede faltar la popular champeta africana, que hace que el 16 de coleto, que todos los barranquilleros tenemos, salga a flote. Ya se pueden ver los últimos destellos de lentejuelas y disfraces en la calle. Algunos miran su reloj, pues es notoria la presencia de dos patrullas de la policía en el lugar, quienes vienen a supervisar que el permiso, que fue autorizado hasta la medianoche, se cumpla.

Siendo las 11:45 P.M. los organizadores del evento empiezan a buscar los implementos para reducir a cenizas al “Mondaco”.  A las 11:50 P.M., hacen caer gasolina sobre la marimonda hecha de aserrín y, a lo que el reloj marca las 12, cae el fósforo encendido con música de carnaval de fondo. Los carrizaleños le decimos adiós al carnaval, que ciertamente deja anécdotas, conocidos, guayabo y ganas de seguir gozando muchos carnavales más, sin saber lo que pasaría en el 2021, porque no se exagera cuando se afirma que ¡QUIEN LO VIVE ES QUIEN LO GOZA!

 

Comments are closed.
¿Alguna duda? Escríbenos
Enviar a WhatsApp